Los campos eléctricos, magnéticos o electromagnéticos generados por aparatos como los electrodomésticos, los transmisores de radiodifusión, el tendido y el cableado eléctricos, los teléfonos móviles u otros aparatos de comunicación inalámbrica no tienen la suficiente energía como para romper los enlaces químicos; por eso se conocen como «radiación no ionizante».

Los efectos biológicos que se sabe pueden producir estos campos ocurren en niveles de exposición mucho más elevados que los que se dan en las situaciones de cada día. Figuran entre ellos la neuroestimulación y el calentamiento de los tejidos, pero las tecnologías tienen que cumplir las directrices de protección establecidas para prevenirlos. Estas radiaciones ionizantes no están reconocidas como causa de cáncer.

Sin embargo, algunas tecnologías son relativamente nuevas, o ha cambiado su de utilización. En tales casos, a los científicos les lleva tiempo recoger los datos suficientes que permitan descartar el cáncer con certeza. Por ejemplo, sigue habiendo cuestiones sin respuesta en cuanto al uso desmedido de teléfonos móviles. Mientras no se hayan extraído conclusiones científicas sólidas, pueden tomarse algunas medidas sencillas para reducir la exposición diaria, como, por ejemplo, usar un dispositivo manos libres y con cable, o evitar las llamadas muy largas.