Toda radiación ionizante puede incrementar el riesgo de cáncer a lo largo de la vida, pero este riesgo aumenta solo ligeramente cuando las dosis de radiación son pequeñas. Esto es lo que se desprende de varios estudios que han observado cuidadosamente la incidencia de cánceres en grandes grupos de población sometidos a diversos niveles de exposición; desde supervivientes de las bombas atómicas que se arrojaron en Japón hasta personas expuestas a la radiación en el trabajo, pasando por otras que han vivido mucho tiempo en casas con altos niveles de radón.