La radiación procedente del sol contiene la radiación ultravioleta (UV) invisible que daña la piel, lo que, a largo plazo, puede producir cánceres cutáneos. A escala mundial, el cáncer cutáneo es el más frecuente entre las poblaciones de piel más clara, y su presencia ha aumentado espectacularmente en los últimos decenios. Este incremento se debe principalmente a la evolución de la moda, que ha ido dejando más piel al descubierto, y del estilo de vida: más actividad al aire libre, más buscar el sol y el bronceado, también mediante fuentes artificiales de UV como las camas solares.

Hay distintos tipos de cáncer cutáneo. El melanoma (melanoma maligno), que se origina en los melanocitos, es el menos común, aunque el más agresivo; tiene mal pronóstico si tarda en detectarse. Hay dos tipos principales de cáncer cutáneo no melanocítico: el carcinoma de células basales (o basocelular) y el de células escamosas (o espinocelular). A escala mundial, el carcinoma basocelular es el más frecuente entre las poblaciones de piel más clara. Se presenta en partes corporales expuestas al sol, como la cara, y muy raramente metastatiza (se disemina). El carcinoma espinocelular es menos común, pero puede ser mortal si metastatiza antes de ser detectado.

La exposición a los rayos UV tiene muchos efectos negativos en la piel, y los más inmediatos entre ellos son el bronceado y la quemadura.