Por ahora se desconoce su toxicidad a largo plazo. Como no conllevan combustión de tabaco ni inhalación de su humo, cabe esperar que el uso de cigarrillos electrónicos presente menos riesgo de enfermedad y mortalidad que el hábito de fumar. Una reglamentación apropiada minimizará los riesgos derivados del uso de cigarrillos electrónicos.
Los cigarrillos electrónicos pueden reducir la enorme carga de enfermedad y muerte del tabaquismo si la mayoría de los fumadores se pasan a ellos y si se abordan adecuadamente las cuestiones de salud pública.
Entre dichas cuestiones figuran las siguientes: los sabores pueden resultar atractivos para los niños y promover el consumo entre jóvenes no fumadores; el etiquetado no refleja el contenido; se comercializan de forma inadecuada; pueden debilitar los esfuerzos de lucha contra el tabaco, si se permite su uso en donde está prohibido fumar; pueden animar a los fumadores a usarlos en vez de dejar de fumar y, en última instancia, podría volver a
banalizarse el consumo de tabaco en países que han hecho ya, y con éxito, muchos esfuerzos por luchar contra el tabaco.
Hay que seguir investigando para estudiar estas cuestiones.